Sin preguntar nada a nadie debo alejarme de todo aquello que me falta. Mas cómo decirle no al mar, al viento, al polvo que me sigue, y también al llanto peregrino de los hombres que buscan, una llave, un camino que los salve. A una sombra me retiro, a la sombra de la piedra que soporta mi destino. Huellas que no borrará el tiempo; hojas que no caerán del árbol prohibido, palabras que no verán mis ojos. En alguna parte, con el polvo del desierto se escribirá mi nombre, yo que huyo del desierto y del mar, a ellos volverán mis pasos, que hoy arrastro a orillas de este río incierto que soy yo.
Señor suelta a los cautivos, el Señor abre los ojos a los ciegos, el señor levanta a los encorvados, el Señor ama a los justos, el Señor custodia a los peregrinos, mantiene al huérfano y a la viuda, pero turba la senda de los pecadores. Reinará el señor eternamente. Salmo 146
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samedi 29 mai 2010
vendredi 7 mai 2010
Soledad
¿Quién soy?, un ruido, una sombra que se dobla. ¿A quién veo?, a nadie. ¿A quién busco en el fondo de mis ojos?, a un espectro de perfil indefinido. ¿A quién encontraré en esta piedra desolada?, no lo sé. ¿A dónde voy?, a ninguna parte que no sea tu sombra peregrina. ¿Qué siento hoy cuando camino?, el alba. ¿Quién soy en la mar embravecida?, un instante, una hoja que flota sobre la piel del tiempo. ¿Qué brilla entre las nubes y mis ojos?, tu nombre: soledad.
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