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samedi 26 janvier 2008

Carta abierta

Alárgate humana sombra cuando pasen
las voces de los desgraciados.
Que tu sombra río, humedezca sin temor
la larga cabellera que todos arrastramos.
Y tú, silencio, brota como escarcha con el día.
Llena hombre tu pecho de rayos, no sólo de recuerdos y de olvidos.
Enciende los caminos no sólo de nostalgias,
sino también de cantos que superen tu destino
Que tus ojos, extraño caminante del desierto,
en el polvo no se queden.
Que las noches sean claridades.
Que los días sean colmado de dulces melodías,
no de fúnebres miradas que recorren las ciudades.
Que todo rostro sea amado,
como amadas son las flores de los campos,
como amadas son las estrellas que nos miran en la noche.
Que los frescos prados busquen la mirada de los hombres.
Que los hombres sean buenos
no monumentos corroídos que se mueven.
Que todo sea diferente.
Que el Perú sea de oro
no de mármol y de olvido,
no silencio, mudo, memoria sin recuerdo.
Que las aves vuelvan a volar sin miedo.
Que las orillas de los mares sean cristalinas.
Que los aires sean también cristalinos.
Que las regiones hoy oscuras sean transparentes
Que el humo vuelva a ser humo
Y la ilusión vuelva a la ilusión
Y la esperanza a la esperanza.

París, 27/04/01

dimanche 20 janvier 2008

El peso

Llevo manchados mis sueños, mis ojos y mis manos. Hay ruidos que se trepan a mi piel cuando camino. Aquí estoy, Señor, desintegrándome en el polvo del camino. Estoy atrapado en esta rama con todas mis desdichas: mi único equipaje.

dimanche 6 janvier 2008

Onel a la Viajera Azul

Ser sólo voz y viento en el camino. Sombra invisible de los días. ¿Eres tú, viajera, la que oyendo va estas palabras en los sueños? No lo sé. Abro esta ventana para mirar la noche, y en la noche recordar tu dulce cabellera, tus celestes ojos y tus sueños. ¿Qué son los años, qué la edad, qué los días para amar lo que amamos una sola vez en el camino? ¡Dime tú, divino sol, si al voltear esta montaña la veré un día, sentada bajo el árbol de mi vida!