Dejar quisiera mis tormentos sembrados en una piedra; lanzar quisiera este dolor a un abismo para siempre. Llevo en mis ojos el pesado monumento a los yerros que fui construyéndolo desde lejanas tierras. El único culpable de mis pasos, soy yo cuando camino. Heme aquí, Señor, al pie del árbol de la vida, llevando en mis hombros lo que soy.