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vendredi 27 février 2009

La tempestad

Más silencio en el silencio todo era incierto
para mí, ignoro lo que el hombre imaginaba,
de aquel ruido infernal que enmudeció
a la voz que en el desierto habitaba.
Entre las cuerdas del agua que de las nubes
llenaron el silencio, del hombre yo escuchaba:

"Tu voz no oigo más en el desierto,
y vuelve la noche a fundirse en la noche de mis ojos.
La lluvia que violenta mi cuerpo moja,
la siento como alivio en mi peregrinar nocturno.
Aun cuando mis pasos atollados en el barro,
queden un instante,
a mi alma un extraño frescor anima.
Nada siento, nada ahora con ardor deseo."

De todo su cuerpo el agua
emergía como de una fuente.
Todo para mí aquella visión era confusa:
lluvia, desierto, noche y firmamento.
La tempestad todo lo abarcaba,
y duramente el hombre seguía caminando.

"¡Será esta la lluvia que yo imploré un día.
Será un castigo preámbulo de la muerte!"

Escuchaba yo su voz que sin temor
el noble caminante, a nadie dirigía.
Ni feliz ni desgraciado se sentía.
Serenidad vi que sus ojos reflejaban.

"Si esto Dios o el Destino me procuran,
sólo ellos saben de mi llanto oscuro,
sólo ellos mi pena entienden,
sólo ellos saben por qué
cruzando voy este desierto de lluvia humedecido."

Diciendo eso, amainando fue el viento
que sin piedad su rostro flagelaba.

París, 22-05-01